Manuela Ballester en su estudio de México D.F.
QUE 20 AÑOS NO ES NADA…
La asignatura (todavía) pendiente de la recuperación de Manuela Ballester
María del Prado Rodríguez Martín
Historiadora del arte e investigadora independiente (mproma@telefonica.net)
Ya han pasado 20 años desde el fallecimiento en Berlín de Manuela Ballester, el 7 de noviembre de 1994. Y todavía su trayectoria vital y artística siguen sin alcanzar el reconocimiento y la visibilidad que, sin duda, merecen. Y es que Manuela salió perdiendo. Salió perdiendo biológicamente por su condición de mujer en una época todavía de fuerte arraigo del rol femenino de “ángel del hogar”, de amplios campos del conocimiento, educación, y vida laboral y social en los que obstinadamente se enrocaban los hombres. Salió perdiendo en su compromiso y militancia políticos por su afiliación al PCE y su pertenencia al bando de los perdedores tras el conflicto fratricida. Perdió su patria dos veces al abandonar España para exiliarse en México y, más tarde, pasar los últimos años de su vida en el frío sector comunista de Berlín siguiendo a un amor que se escapó. Perdió en su obstinada batalla por el amor romántico hacia Renau. Y perdió la esfera de la visibilidad artística oculta tras el halo deslumbrador del gran director de la vanguardia valenciana.
Como tantos otros futuros artistas, también Manuela tuvo su cuna en una familia en la que los genes artísticos encontraron un terreno abonado para su germinación dando fruto, generación tras generación, hasta la actualidad. De su madre, Rosa Vilaseca Oliver, modista, madre de familia numerosa y ama de casa, pudo tomar ejemplo para su destacada producción de figurines de moda y, sobre todo, para la elaboración de su estudio del traje típico mexicano[i], así como de la fortaleza de carácter y animosidad necesarias para lidiar ella misma con la compaginación de sus labores domésticas, maternales, conyugales y artísticas en bastantes ocasiones dentro de unos contextos de fuertes reveses vitales.
Su padre, Antonio Ballester Aparicio, fue un destacado imaginero valenciano y profesor de escultura en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. En dicha escuela ingresaron ella y su hermano Tonico, y llegó a convertirse en el foco de gestación de la posterior Generación Valenciana de los Treinta. Baste con mencionar a algunos de los condiscípulos de Manuela como Francisco Badía, Francisco Carreño, Rafael Pérez Contel, José Sabina y Josep Renau. Renau merece una atención destacada, debido al amplio espectro de su influencia sobre Manuela, tanto a nivel personal, se convirtió en su esposo en 1932 y padre de sus cinco hijos; político, fueron compañeros del Partido Comunista de España y ambos sufrieron las glorias de su destacada militancia en el terreno cultural y las penas del exilio en México y Berlín; y artístico, Renau fue su maestro en las técnicas del fotomontaje y el grabado. Sin embargo, dichas influencias también tuvieron un reverso negativo y, como veremos a continuación, la figura biográfica y artística de Manuela Ballester quedó totalmente eclipsada por la sombra proyectada por Renau y quizá por el propio autoconvencimiento de esta pintora, grabadora, muralista, dibujante, crítica artística, cartelista, ilustradora, editora y poeta de su menor valía con respecto a su compañero[ii].
Durante su paso por la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo que soportar las burlas y vejaciones propias de las mentalidades masculinas reacias a la incursión femenina en un círculo que consideraban de su exclusividad[iii], Manuela, que estaba matriculada en la especialidad de pintura, obtuvo un premio de retrato. Siguiendo los consejos de su padre invirtió su cuantía en un viaje a Madrid, donde bebió de las fuentes retratísticas de Goya, el Greco y Velázquez, a quien adoptó como maestro[iv]. Y es que el retrato es uno de los géneros pictóricos en los que más destacó la artista. Las expresiones soñadoras, ensimismadas, recluidas en un mundo interno ajeno y lejano al espectador, son su llave psicológica. A través de sus lienzos asoman las personas más importantes de su vida, su familia y amigos íntimos.
La filiación de Manuela al Partido Comunista de España fue temprana, allá por 1931, y, como en tantas otras decisiones, en consonancia con los pasos dados por Renau. En 1932 ambos formaron parte también del momento fundacional de la UEAP (Unión de Escritores y Artistas Proletarios) y en 1935 del alumbramiento de la revista Nueva Cultura, para la que Manuela realizó fotomontajes y diversas críticas literarias y artísticas. En cuanto a sus propias producciones durante el periodo pre-bélico y en plena Guerra Civil, estas aparecen preñadas de las consignas comunistas de arte comprometido y realismo social. Así realizó el célebre cartel Votad al Frente Popular, uno de los primeros que aboga por el voto femenino libre del influjo ejercido por clero, sociedad y familia (léase miembros masculinos de ella). Y ya en 1938 gestó el diseño para la Medalla al Valor enmarcado en su labor como dibujante para la Sección de Prensa y Propaganda del Comisariado General del Ejército de Tierra.
Y es que cultura y compromiso político en defensa de los valores del gobierno republicano legítimo siempre fueron de la mano para Manuela. Baste recordar que colaboró con Renau en la organización del Pabellón de la II República en la Exposición de Arte y Técnica (París, 1937) e, incluso, participó con obra propia; formó parte como oyente del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura (Valencia, 1937); atendió a la Segunda Conferencia Nacional de Mujeres Antifascistas (Valencia, 1937); y llegó a dirigir la revista Pasionaria, publicada por la sección valenciana de la Agrupación de Mujeres Antifascistas.
Desgraciadamente, debido a esa fuerte implicación política que la situó en el lado de los vencidos tras 1939, Manuela y su familia perdieron su patria física. Debieron exiliarse y aceptar la propuesta de acogida a los republicanos de parte del Presidente de México Lázaro Cárdenas. Su paso a pie de los Pirineos junto a sus pequeños Ruy y Julia, sus hermanas y su madre, resultó épico[v] y su estancia en el campo de refugiados de Argelès-sur-Mer un infierno[vi]. Afortunadamente a partir de ahí formaron parte de la primera expedición de intelectuales que viajaron a México bajo los auspicios de la recién creada Junta de Cultura Española, en su inmensa mayoría los fundadores de dicha junta y sus familias, como en el caso de Renau y Manuela[vii].
Al llegar a México, y gracias a los contactos previos realizados en tierra patria, Renau se incorporó al equipo de muralistas encabezado por Siqueiros, Arenal y Pujol para realizar el Retrato de la burguesía; sin embargo, serán Renau y Manuela quienes lo terminaron después del intento fallido de atentado a Trotsky por parte de Siqueiros. El mismo trabajo conjunto lo realizaron los esposos en otras localizaciones como el Hotel Casino de la Selva. Juntos también trabajaron en el taller de diseño gráfico Estudio-Imagen, por donde pasaron otros miembros de la familia, como las hermanas de Manuela y Ruy Renau. Por su parte, Manuela emprendió la gran labor de investigación y recopilación del traje popular mexicano, que le permitió viajar por todo el país y conocer sus gentes y costumbres. Igualmente realizó colaboraciones gráficas en diversas revistas del exilio, ilustró libros de sus compatriotas desterrados y manifestó constantemente su apoyo hacia el gobierno republicano legítimo y reaccionó contra los límites arcaizantes de las nuevas políticas artísticas españolas.
Ya en 1959 se mudó al sector comunista de Berlín siguiendo, una vez más, los pasos de Renau de quien, sin embargo, se divorció en 1966. En la República Democrática Alemana, Manuela trabajó como lectora de español para la Agencia Nacional de Noticias y como jefa redactora del grupo español en la empresa de traducción Intertex, y continuó con su producción retratística y con el reflejo en sus lienzos de los nuevos paisajes alemanes tan distintos a los mexicanos.
Por fin en 1979 se produjo el ansiado regreso de Manuela a Valencia, donde realizó exposiciones individuales[viii] sin encontrar, pese a su valía, el reconocimiento que esperaba. Sin raíces ya ni biográficas ni artísticas en España, Manuela regresó a Berlín, donde falleció el 7 de noviembre de 1994, siendo enterrada junto a su eterno amor, Josep Renau.
Oculta tras la sombra de su esposo[ix] y líder de la vanguardia valenciana, compaginando sus múltiples facetas artísticas y sus obligaciones domésticas y familiares, sin la suficiente documentación histórica que avale su colaboración en los trabajos mexicanos junto a Renau[x], tras veinte años desde su fallecimiento, todavía queda pendiente la asignatura de la visibilización y puesta en el justo valor que merece la figura y obra de Manuela Ballester.
Manuela Ballester, Figurín de moda, 1929
Manuela Ballester, Mis hermanas Rosita y Fina, 1929
Ilustración de Manuela Ballester para La perla que naixqué en lo fang de Lleó Agulló, 1934
Fotomontajes de Manuela Ballester para Nueva Cultura
Manuela Ballester, Votad al Frente Popular, 1936
Manuela Ballester, Retrato de su hija Teresa, sf
Manuela Ballester, La mujer dormida, 1975
Bibliografía:
Ballester Vilaseca, Manuela, “La escultora Luisa Roldán”, Mujeres Españolas, octubre 1954, p. 11.
García García, Manuel, “Manuela Ballester. Encuentro con la pintora exiliada valenciana”, Cartelera Turia, núm. 840, 10-16 marzo de 1980, pp. 1-2.
García García, Manuel, “Manuela Ballester: Salí de España a pie, con mis hijos, por los Pirineos”, Hoja del Lunes, Valencia, 20-III-1989, p. 74.
García García, Manuel, “Entrevista amb Manuela Ballester”, en García, Manuel (ed.), Homenatge a Manuela Ballester, Generalitat Valenciana, Consellería de Trabajo y Asuntos Sociales, Dirección General de la Mujer, Valencia, 1996, pp. 82-99.
Renau, Josep, “Exili”, L’Espill, núm. 15, Tardor, 1982, pp. 95-108.
Renau, Juan, Pasos y sombras. Autopsia, Renacimiento, Colección Biblioteca del exilio, Sevilla, 2011.
Ribes, Giovanna (guión y realización), Manuela Ballester: El llanto airado, producido por Tarannà Films, Giovanna Ribes, CB y Tatzen, con el patrocinio de Dones en Art y CAM, 2008 (documental).
Web:
https://es-es.facebook.com/ManuelaBallesterVilaseca
[i] Durante su exilio en México (1939-1959) Manuela dedicó buena parte de su tiempo a recorrer la geografía de su nueva patria estudiando y recopilando la indumentaria típica. De este trabajo de documentación derivaron una serie de figurines que la propia Manuela Ballester donó al Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí (Valencia). Del mismo modo, también se encuentran allí depositado un numeroso legado de figurines de moda femenina realizados por la artista en Valencia y México entre 1929 y 1945.
[ii] Este es el sentido que indican las palabras de Marta Hofmann, colaboradora de Renau en sus últimos años, recogidas en el magnífico documental de Giovanna Ribes, Manuela Ballester: El llanto airado (2008).
[iii] Estas circunstancias fueron brevemente denunciadas tanto por la propia Manuela Ballester (en su artículo sobre la escultora Luisa Roldán publicado en la mexicana Mujeres Españolas) como por su cuñado Juan Renau (dentro de su autobiografía Pasos y sombras).
[iv] En diversas de las entrevistas concedidas al historiador y crítico de arte Manuel García reconoce dicha filiación retratística con respecto a Velázquez. Entre ellas García García, Manuel, “Manuela Ballester. Encuentro con la pintora exiliada valenciana”, Cartelera Turia, núm. 840, 10-16 marzo de 1980, pp. 1-2, y García García, Manuel, “Entrevista amb Manuela Ballester”, en García, Manuel (ed.), Homenatge a Manuela Ballester, Generalitat Valenciana, Consellería de Trabajo y Asuntos Sociales, Dirección General de la Mujer, Valencia, 1996, pp. 82-99.
[v] Por suerte contamos con su relato en García García, Manuel, “Manuela Ballester: Salí de España a pie, con mis hijos, por los Pirineos”, Hoja del Lunes, Valencia, 20-III-1989, p. 74.
[vi] Robert Capa realizó en marzo de 1939 una visita al campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, donde los seres humanos se hacinaban sobre la arena de la playa, dejando testimonio gráfico de su abandono y desesperación. Estas fotografías se pueden consultar en la web de la agencia Magnum Photos:
http://www.magnumphotos.com/C.aspx?VP3=SearchResult&STID=2TYRYDGO5LCX
El cuñado de Manuela Ballester, Juan Renau, también describió su paso por este campo en su libro de memorias ya citado Pasos y sombras.
[vii] El propio Josep Renau relata someramente este viaje y sus motivos en el número 15 de la revista valenciana L’Espill.
[viii] Son dos las exposiciones individuales realizadas por Manuela tras su regreso a la patria, la primera se produce en 1980 en la Galería Estil de Valencia, y la segunda se celebra en 1982 en los locales de la Sala Municipal de Exposiciones, Sala Torre, del Ayuntamiento de Torrent.
Un año después de su muerte, en 1995, L’Institut Valencià de la Dona organizó una exposición homenaje reuniendo un centenar de sus obras.
[ix] Rosana Renau Aymamí, nieta de Manuela por parte de su hijo Ruy, recuerda en el documental de Giovanna Ribes que la pintora siempre esperaba el visto bueno de su esposo para emprender sus trabajos artísticos.
[x] En el mismo documental Teresa Renau Ballester y la propia Rosana resaltan en varias ocasiones el gran trabajo realizado por Manuela en los murales de Cuernavaca, según sus propias palabras: “A mi madre la veíamos poco porque siempre estaba en el andamio pintando”.